viernes, 30 de julio de 2010

San Ignacio-Salta

La selva. San Ignacio es la imagen que uno tiene de un poblado selvático. Un pequeño pueblo en cuadrículas, verde, verdísimo, árboles y palmeras de todo tipo, papayas, pájaros de colores, cantos de aves estridentes, barró, marrón y verde.

Es una zona de indios guaraníes, vertebrada por el rio Paraná. Los guaraníes consiguieron sobrevivir a las invasiones de los últimos siglos y han llegado hasta el s. XXI conservando bien viva su lengua. Los jesuitas llegaron por estos lares en el s. XVII y establecieron las misiones jesuíticas, sedenterizando a parte de la población guaraní, evangelizándola y creando una nueva estructura social que pervivió hasta el s. XIX. En San Ignacio se conservan unas ruinas de las misiones que visitamos rapidamente el día antes de irnos. Uno se imagina a esos curas europeos creando pueblos, formando y adoctrinando a los autóctonos, y se le pone la piel de gallina. La mezcla es algo inherente al devenir de la historia. La Córdoba andalusí del s. X se antoja maravillosa, la Tombuctú del s. XV resulta atractiva, el París de principios del s. XX tuvo que ser memorable. Pero cuando el dios Dinero o el Dios cristianos imponen su orden en pueblos ajenos, uno se estremece.

San Ignacio es también el lugar que eligió Horacio Quiroga para establecerse. El escritor uruguayo, cansado de Buenos Aires, pasó gran parte de su vida en este lugar de la selva. Nunca lo había leído, pero ya nos hemos comprado sus "Cuentos de la selva" que espera en la mochila.

Tras pasar 3 noches en San Ignacio cambiamos el oriente selvático por el occidente semidesértico. Este país es enorme, muta, da cabida a infinidad de colores. Pasamos veinte horas en uno de esos buses cómodos de por aquí, con sillones anchísimos, reclinables, en casi camas, con servicio de azafatas... no deja de ser un bus, pero se hace muy soportable

Salta es la capital del noroeste argentino, nada que ver con lo sentido en estos cinco meses. Esto se parece más a lo que uno se imagina de sudamérica. El paisaje es seco y árido, uno podría creerse en el Rif. La población es mayoritariamente de rasgos indóigenas, se acabó el predominio europeo. La ciudad no es bonita, tampoco fea. Solo pasamos un día nos esperaba el norte. Paseamos y por la noche fuimos a una peña que nos había aconsejado gente del lugar. Las peñas son los bares donde se juntan los argentinos del norte a comer y beber mientras tocan y bailan folclore: chacarreras, pericón, samba, carnavalitos,... Diversos palos diferentes entre sí para el oído aficionado, pero similares para el ajeno. El folclóre sería como decir el flamenco, un gran árbol que se divide en múltiples palos.

Al llegar el lugar nos decepcionó un poco. Eso no parecía un lugar tradicional, era un gran edificio dividido en múltiples salones interconectados por puertas, nada que ver con la tasca cutre que uno se imaginaba. Nos sentamos, pedimos una botella de vino de la casa. La gente de alrededor era sin duda argentina. Poco a poco el lugar se fue llenando. Al fondo se empezó a escuchar una guitarra. Pedimos de comer: empanadas, humitas, tamales. En el salón de al lado se abrió el estuche de una guiarra. Media botella de vino más, por favor. Luego algo más de comer, más música, más vino. Perdimos la cuenta. Ara empezó a poner en práctica los bailes tradicionales aprendidos en la escuela y, mientras en el salón de al lado llegaron a juntarse 3 guitarras, un violín y un millón de voces, en este bailaba todo el mundo. Cuando nos fuimos llegaban más tambores y guitarras, todo el mundo nos despidió efusivamente, llevábamos la borrachera más importante y feliz desde que llegamos al continente, creo que hasta le cantamos por bulerías al taxista. Y es que a veces sienta muy bien resetearse.

PD: Estamos esperando un bus a Buenos Aires, llegamos mañana. Como en estos días no hemos tenido acceso a internet, estoy escribiendo esto en falso directo, copiándolo desde mi libreta de viajes de papel. Todavía faltan un par de entradas para contar la última semana del viaje.

domingo, 18 de julio de 2010

Iguazú-San Ignacio

En apenas 48 horas recorrimos cinco mil kilómetros desde que dejamos el extremo sur de la Argentina hasta llegar a la punta norte, esa maravilla que son las cataratas de Iguazú. Imposible describirlo con palabras e imposible subir fotos porque se me ha olvidado el cable en Ushuaia y estamos ahora mismo en un pueblito en mitad de alguna parte. En cualquier caso, las cataratas son un espectáculo natural que, una vez más, supera con creces los problemas derivados de ser un atractivo turístico mundial, para llegarte directo a las entrañas.

Las cataratas están en la triple frontera y tienen una parte brasileña y otra argentina. El pueblo más cercano del lado argentino es Puerto Iguazú, un lugar que todavía vive en otra época, con poco asfalto y mucha selva, con calles cuadriculadas de tierra roja que se embarra con la lluvia, con una pobreza que se da la mano con el turismo mundial. Un pueblo fronterizo, todas las fronteras tiene un aire parecido, un algo decadente y una mirada digna, gente que sobrevive y ve pasar el tiempo con un vecino enfrente que habla distinto, que vive distinto, un espejo de la parte oscura de uno mismo, una imagen difusa de lo que uno pudo ser si el azar te hubiera empujado unos metros más allá.

El lado argentino de las cataratas está a pocos minutos en bus de Puerto Iguazú. El parque nacional está muy preparado para absorber a gran número de turistas, todo es selva, y todo está repleto de caminos de cemento o escaleras de metal, hay varias tiendas y restaurantes, un trenecito que te acerca a las cataratas, atascos en las esquinas para hacerse fotos... aún así todo resulta embriagador: el ruido, el agua, los cánticos de pájaros desconocidos, los animales extraños que te cruzas. Llovió todo el día (de hecho todavía no ha parado de llover, hoy es domingo y estuvimos allí el viernes), pasamos frío, andamos por las distintas cataratas, nos mojamos por la lluvia y por las cataratas, algunos caminos de metal te llevan tan cerca del agua como para empaparte, nos reimos muchisimo con el agua, con los animalillos que nos cruzabamos, con la sensación de guiri que uno lleva en estos sitios. Al final del día nos acercamos al hotel de Monica y Enrique y allí estuvimos descansando y tomando unos cafés primero, unas cervezas después, estando calentitos en compañia querida, hasta que se hizo de noche y volvimos al pueblo a descansar.

Ayer cruzamos la frontera de Brasil, sobre todo porque yo tenía que hacer una nueva entrada a Argentina antes del dia 20 si quería seguir siendo legal en el país. Todo muy facil. Llegamos a Foz de Iguazu en poco tiempo y decidimos quedarnos en la ciudad y no viistar el lado brasileiro de las cataratas porque seguia lloviendo y ya teniamos suficiente cataratas en lo algo. Foz es una gran ciudad de trecientos mil habitantes, un caos, un horror, una ciudad comercial sin ningun encanto más allá del propio de una frontera. Nos acercamos al centro de la ciudad y rapidamente nos volvimos a la zona de la frontera con Paraguay donde nos dedicamos a mirar por los mercados, sentados en los cafetines viendo correr a la gente, de un lado a otro, comerciando, poligonos fronterizos de mercancias y personas estresadas, todo frente a un rio inmenso, una selva verde de pelicula al fondo.
Comimos por un euro cada uno en uno de esos sitios que nos encantan y que no recomiendan las guias: buffet libre de arroz, yuca, batata, frijoles, unas especies de migas con salchichas, zanahorias y brocolis al vapor, riquisimas chuletitas de ternera, otros tipos de carne que no probamos y ensaladas varias que dejamos de lado. Un eurito mas para un litro de cerveza y vuelta a Argentina.

Recogimos las maletas, subimos a un autobus y pusimos rumbo sur para llegar a San Ignacio, un pueblito minimo de calles de arena rojiza al que llegamos por la noche, bajo una lluvia importante, y donde encontramos un maravilloso lugar para dormir, regentado por un aleman y una argentina de nuestra edad, que han vivido varios años en Ushuaia y que tienen una casa hermosa con mucho terreno en el que han construido estas habitaciones en las que nos quedamos. Ayer exquisita pasta con aceite para cenar y esta mañana todavia no nos hemos animado a salir a descubrir las misiones, sigue lloviendo, estamos tranquilos, no tenemos prisa, ara lee en la habitación, yo me tomo mi tiempo para escribir. Da gusto tener un tiempo infinito en un lugar desconocido.

jueves, 15 de julio de 2010

Ushuaia-Iguazú

Hola a todxs!!

He estado muy perdido ultimamente por muchas razones, pero sobre todo porque estaba trabajando mucho para empezar las vacaciones... que ya han comenzado!! Una traducción inabarcable se cernió sobre mi en las dos últimas semanas y el estado de tranquilidad de los últimos 4 meses se transformo en un estrés al que no estaba acostumbrado... y del que he salido airoso.

Los últimos días de vacaciones llegaron de visita Mónica y Enrique, la hermana y el cuñaooo de ara, y disfrutamos muchísimo teniendo visita querida, haciendo un poco el guiri por fin y... viendo la final de los mundiales!! Yo, cuando podía escaparme de mis tradus, me unía al grupo de turistas y pude disfrutar con ellos de varias cervezas, un maravilloso día de esquí de fondo, un cordero patagónico en un paisaje increíble y... de ser el único coche en toda Ushuaia que salió a celebrar al centro el Mundial. Martin y Paula nos sacaron en coche y pudimos disfrutar y pasear la bufanda de España que trajo Mónica!!

Hace dos días salimos de Ushuaia, dormimos en BA y disfrutamos un poco del ajetreo de la gran ciudad y hace un rato, después de 18 horas de bus, llegamos a Iguazú, en la triple frontera de Brasil, Paraguay y Argentina. Hoy nos encontraremos de nuevo con Mónica y Enrique y mañana iremos a visitar las cataratas.

Ya escribiré más tranquilo con fotitos en los próximos 20 dias de vacaciones!!!

Besos a todos y si la familia lee esto, llamad a mi madre y decidle que todo OK y que llamaré en un par de días.

Salud y vivan las vacaciones!!!