sábado, 30 de octubre de 2010

Potosí y La Paz

Cuando un español entra en Potosí, por mucho que condene las atrocidades imperialistas de la aristocracia española de los siglos XVI, XVII y XVIII, no puede sino entrar con la cabeza gacha.

Potosí inscribe su nombre en el mundo debido a su Cerro Rico (Sumaq Urqu en Qechua), un monte que tuvo las vetas de plata más importante del mundo. Los españoles empezaron a explotarlo en 1545 y aún hoy la minería sigue siendo una de las actividades económicas más importantes de la ciudad. Los españoles esclavizaron a los indígenas (se calcula que murieron unos 15.000 en las minas) y cuando estos faltaron, comenzaron a traer a esclavos de África hasta que se agotaron las principales vetas de plata.

En el siglo XVII, Potosí era una de las principales ciudades del mundo y contaba con unos 200.000 habitantes, bastante más que Sevilla, Londres o París. Hoy en día es Patrimonio de la Humanidad y cuenta con numerosas casas e iglesias coloniales que la dotan de una singular belleza. Además está a 4.000 metros de altura, cuesta bastante pasear por sus calles en cuesta, en medio de sus mercados abarrotados.

Encontré un albergue de mochileros lleno de extranjeros, y tras el tiempo en solitario y sabiendo que pronto encontraría a Mamé y Laura, pasé unos días más extrovertidos y me fui juntando con distintos viajeros para ver la ciudad. Es increíble el número de personas que viajan solas, que se pasan de 2 a 6 meses dando vueltas por el continente. Es algo que anima al más miedoso. Potosí pasó por tanto rápido, entre charlas y cervezas. Decidí visitar las minas por dentro, uno de los atractivos turísticos de la ciudad, aunque no estaba muy convencido. Di con una empresa turística formada por exmineros, y después de mucho charlar y escuchar su historia, les ayudé a montar un blog. Son seis socios: cuatro exmineros en torno a los 30 años y dos mineros, que empezaron hace dos meses la aventura de intentar montar su propio negocio turístico. Evidentemente andan muy perdidos y no cuentan con muchos conocimientos en internet, me cayeron bien y me pasé una mañana con ellos ayudándoles a diseñar su blog, lo podéis visitar pinchando aquí.

La visita a las minas fue algo que me es imposible describir, todavía no lo he asimilado. Ir a ver cómo trabajan los mineros no me parece éticamente aceptable, por mucho que se beneficien en parte de las visitas. Estuvimos casi un par de horas dentro de una mina, un calor horrible, nos íbamos cruzando a mineros empapados en sudor tirando a mano de vagones de dos toneladas de minerales por túneles por los que hay que ir agachados, trabajando como burros a temperaturas imposibles por un sueldo miserable.

Al día siguiente me monté de nuevo en un bus y en 6 horas estaba en Uyuni, donde Mamé y Laura habían llegado dos días antes y nos veríamos cuando ellos volvieran de ver al salar. Mi alegría era enorme sabiendo que ya había llegado el momento de continuar acompañado. Las dos horas que pasé esperando en Uyuni, las pasé saludando a gente. El viaje nos va llevando a todos por las mismas rutas, y después de 10 días viajando, se fue juntando en Uyuni un montón de gente conocida con la que compartir trucos y futuras rutas.

Por fin llegaron Mamé y Laura y tras las alegrías y abrazos, fuimos a un bar a contarnos la vida hasta que esperábamos el tren nocturno. Tras unas cuantas horas bebiendo cervezas y poniéndonos al día, nos montamos en un tren nocturno que nos dejó al amanecer en Oruro, ciudad que decidimos no visitar, nos montamos directamente en un bus que nos dejó a mediodía en La Paz.

Parece increíble que llevemos dos días ya en La Paz, una de las capitales más importante de América, una ciudad viva y hormigueante que se asienta en un valle muy abrupto, con casas por todas partes, devorando las colinas. Ya describiré mejor La Paz en otra entrada, que la ciudad espera ahí fuera y ya le he dedicado suficiente tiempo al internet. Mañana empezaremos a acercarnos al lago Tiquicaca y quizá después vayamos hacia la selva, o quizá entremos en Perú y nos acerquemos a Cuzco. Seguiremos informando, ¡gracias por estar ahí!

PD: y ya volvemos a tener de todo después de diez días sin guía, sin móvil y sin cámara... ¡qué bien sientan los amigos!

sábado, 23 de octubre de 2010

Sucre

Al caminar por Sucre se siente tranquilidad, belleza, seguridad. Es una hermosa ciudad colonial, muy bien conservada (es Patrimonio de la Humanidad), en la que transcurre el tiempo con una sonrisa, mecido por una primavera calurosa que tiene en flor los enormes árboles de las muchas plazas, los cuidadísimos jardines que aparecen por toda la ciudad, cuidados con esmero por señoras con trajes tradicionales y coletas que miman las plantas.

El boliviano parece un pueblo tranquilo, habla flojo, le gusta comer, sonríe. Estoy en una casa de familia y la hija es profesora de español, el jueves acabé cenando con varios profesores de ELE, gente que escucha, mira a los ojos, pregunta sobre tí. A los cubanos o a los argentinos les gusta más hablar de ellos que saber de los demás.

La ciudad está llena de estudiantes, vendedores ambulantes, puestos de comida callejera, gentes ocupadas en sus gestiones, pero sin correr. Los mercados son mis museos, me paso el día recorriéndolos. Además de las frutas y hortalizas de todos los colores, hay comedores comunes con muchas señoras cocinando en grandes ollas, cada una su especialidad, donde la gente come muy barata comida casera. A partir de las 12 empiezan a comer y las mesas se llenan de trabajadores haciendo su pausa, compartiendo las mesas comunales.

Hay gente muy pobre, viejas muy mayores vendiendo su mercancía, niños trabajando en los puestos, miradas perdidas en el infinito, sonrisas sinceras en las conversaciones. Sucre tiene magia, estamos a 2.800 metros de altura, las casas matas pueblan los 7 cerros de esta ciudad llena de historia donde se iniciaron los primeros movimientos de independencia de todo el continente. Un lugar que parece que vive bien el desarrollo del mundo moderno y la perduración de las costumbres.

Paseo por la noche y es aún más sorprendente que el día. Viernes al caer el sol y un cartel del que no miro la fecha indica un concierto al aire libre que ya fue. No sé donde estoy, pregunto por un bus y dos jóvenes me invitan a compartir un taxi con ellas. No tienen miedo, sonríen. Llegamos a un parque tipo alameda, no hay concierto pero esta todo tomado por la gente. Se escucha música folclórica y me indican que son universitarios ensayando para algún tipo de festival. Multitud de grupos de chavales vestidos a la moda: ellos gorras y vaqueros, ellas camisas y pantalones ajustados. Bailan en grupos música folclórica muy parecida a la que he aprendido en Argentina: chacareras, sambas,... Ninguna cerveza, ningún porro, los chavales están al aire libre, bailan, charlan, flirtean. Se les ve felices.

Sigo caminando y llego a una fuente enorme con un show de agua, música y colores. Familias en los bancos comiendo palomitas, niños jugando a diestro y siniestro. Pasan dos chavales con bicis y cascos último modelo, saltando las escaleras y haciendo piruetas en los bancos. Un poco más allá hay tres pistas de tenis de tierra batida y un grupo grande de chicos y chicas entrenando. Recuerdo mis clases de tenis en la Junta del Puerto de Melilla con 7 u 8 años. Son las nueve y es noche cerrada desde hace un par de horas. Por el día iba en camiseta, ahora llevo el abrigo puesto.

Presidiendo la alameda un palacio histórico sede de la antigua administración judicial del Virreinato del Perú. Camino hacia el centro de la ciudad y escucho una charanga de trompetas y tambores. Me acerco y hay una multitud de jóvenes universitarios disfrazados, bailando y recorriendo las calles, derrochando alegría. Son de la facultad de Sociología y es su día de fiesta, los de Sociología siempre se lo han montado bien, en Granada también. Paran la circulación y ningún coche pita. Los sigo un buen rato hasta que llego a una zona concurrida llena de vendedores ambulantes y de puestos de comida. Gente por todas partes, los bolivianos siguen comiendo, charlando, caminando. Los vendedores deben ser gente más de campo, llevan ropas tradicionales, sobre todo ellas, independientemente de la edad: chancletas, faldas, rebecas, delantales a cuadro, trenzas larguísimas, gorros.

La calle es de la gente. Es una ciudad grande y la sensación es de seguridad total. No se ve apenas policía, solo algún guardia de tráfico. La calle es del pueblo. La calle es de todos.

martes, 19 de octubre de 2010

Santa Cruz - toma 2

El domingo la ciudad estaba cerrada, el tiempo empeoró, bajó la temperatura y llovió al caer el sol.

Santa Cruz es la capital del oriente, la zona más rica, el territorio de la oligarquía boliviana. Hasta ahora, Melilla era la ciudad con más 4x4 a la vista que conocía, yo no, esta ciudad está repleta de todoterrenos caros y último modelo. También está llena de gente muy pobre que se gana la vida vendiendo productos básicos por la calle.

Arquitectónicamente está dividida en cuadras, con hermosas casas matas cuyos tejados caen hasta la calle dejando soportales con columnas de piedra o madera que engalonan la ciudad. Además, está dividida en anillos concéntricos que delimitan las distintas zonas de la ciudad. El primer anillo es el centro comercial y financiero. Tiene un mercado callejero espectacular, calles y calles llenas de tiendas en los edificios y de vendedores ambulantes, brutal, Estambul se queda muy chiquito al lado de la inmensidad de este genial mercado. El segundo anillo está formado por casas residenciales de la clase acomodada. Supongo que a partir del tercer anillo están los barrios populares, pero no me he adentrado tanto.

Bolivia es una de las regiones del continente donde antes se establecieron los conquistadores españoles, masacrando a la población autóctona y sometiéndola social y económicamente a un largo invierno de más de cuatro siglos. En esta ciudad los blancos van en todo terreno, los indígenas en bus.

Hace 4 años que la población indígena consiguió volver al poder de la mano del MAS, el partido que lidera Evo Morales. El día que llegué había una huelga de hambre de un grupo de periodistas por una ley contra el racismo que pudiera atentar contra la libertad de expresión. Mañana parto a Sucre, capital constitucional del país, ya en zona andina y de mayor predominio indígena, seguiremos preguntando. Dicen que Sucre es la ciudad más bonita del país, ¡allá voy!

PD: Me he venido sin cámara, cuando llegue Mamé colgaré fotos de los sitios que vayamos visitando, pero entre tanto, mientras ayer el tucán que se pasea por la pensión intentaba comerse el separa páginas de mi libreta, le pedí a un vecino que le echara una foto. El tucán era muy simpático al principio, pero desde que intenta arrancarme las teclas del PC ya no me cae tan bien...

domingo, 17 de octubre de 2010

Santa Cruz - llegada

Al bajar del avión cambié -esta vez sí- de continente. Ushuaia forma parte de mi concepción del mundo europeo y está en las antípodas de la primera impresión al pisar Bolivia.

Nada más bajar del avión, una bofetada de calor. Sudor pegajoso al caminar hacia la terminal, enseguida siento la picadura de un mosquito. Aeropuerto pequeño, policías sudorosos, control fronterizo rápido. Taxis a un lado, minibuses al otro. Me monto en uno junto a una abuelita andina y sonrío. Cuando uno viaja solo, la sonrisa es el mejor aliado que tiene.

Santa Cruz es una ciudad de un millón y medio de habitantes y, junto a La Paz, el motor económico de Bolivia. Tiene poca altura, está cerca de Brasil y es mi tarjeta de presentación al país. He decidido venir sin guía de viajes, reservé una pensión por internet y me dejaré llevar. Tengo entre una semana y diez días para llegar a Potosí y encontrarme con Mamé y Laura.

Me bajo del minibus y agarro un taxi hasta la pensión, cerca de la plaza central. El cansancio de una noche de lectura y cafés en el aeropuerto me pide cama, pero salgo antes a inspeccionar la zona bajo un sol tiránico y como algo en un bar de comida brasileira.

Ducha, siesta, ventilador y salgo de nuevo cuando ya ha caído el sol. Sábado a la noche, las familias pasean por las calles, se siente alegría y paz. Paseo en chancletas y camiseta por primera vez en meses. Vendedores ambulantes de zumos naturales, parejas en los bancos con enormes helados, salas de videojuegos llenas de adolescentes, músicos callejeros, una exposición de esculturas de maderas en una plaza, un grupo de chavales con ropas anchas bailando breakdance, niños jugando en los parques infantiles, mujeres voluptuosas con generosos escotes que dejan muy lejos la opacidad de los abrigados cuerpos patagónicos, un mes por delante para vivir y descubrir, descansar y escribir. Tarareo uno de mis temas preferidos del amigo Bosco, suenan las trompetas, 'otra vida, nueva vida, otro tiempo que llega y se estira'.

Me siento en un bar lleno de familias con niños ruidosos. Una fuente al fondo me trae el sonido de Granada, pido una cerveza y un sandwich de pollo, pregunto si se puede fumar, me traen un cenicero y unas cerillas de marca Paraná. Bolivia tiene un bonito color.

sábado, 16 de octubre de 2010

vamos, vamos, argentina...

Uno no viaja para ver lugares nuevos, que también, uno viaja para conocer personas y culturas, que es lo que hace que la vida sea una aventura maravillosa.

El incomparable paisaje de Ushuaia, su bahía acogedora, sus montes nevados, sus bosques mágicos, sus amaneceres rojizos, su luz única, no son nada en comparación con el calor y el amor que he recibido por parte de gente que hace tan solo ocho meses no conocía de nada y que ahora llevo conmigo.

Ushuaia queda ya atrás, Argentina queda ya atrás, escribo esto desde una pensión de Bolivia, unos treinta grados de temperatura, el ventilador de techo haciendo lo que puede, ¡un tucán pasea entre las mesas!

Un país lo hacen sus gentes, y en ocho meses en Argentina, con unos miles de kilómetros recorridos, solo me he econtrado a gente extraordinaria. No solo no he tenido ni un problema, sino que todo ha sido ayuda desinteresada y buenas caras. Desconocidos y conocidos, todos han actuado en positivo y dejan en mí un gusto de país adoptivo.


Supongo que un argentino debe encontrar más choques culturales al vivir en España, en Andalucía al menos, de los que un español se encuentra al vivir en Argentina. Un país jóven y dinámico, enorme, dispar, moderno, vertebrado por un sentimiento de patria sorprendente. Un caracter algo derrotista sobre la situación del país, sobre sus políticos y sus crisis recurrentes cada diez años, sobre su propia identidad dentro del continente. Un país dividido en dos a nivel político, como casi todos los que conozco, con un gobierno de izquierdas, el de los Kirchner, que a pesar de los muchos errores y tejemanejes que tenga, ha conseguido reflotar un país del que muchos salían corriendo hace diez años y que ahora es uno de los que fijan el rumbo ascendente del continente en la geopolítica mundial. Un gobierno que le ha dado voz a las clases más populares y que se ha enfrentado a la oligarquía tradicional, con desiguales resultados. Un país hermoso, un país vivo, un país en mi corazón.


Sigue el camino, me llevo muchos nombres en el corazón y miro hacia delante. La familia y los amigos de siempre me acompañan. Los nuevos amigos también. Una semana por delante viajando solo para descubrir y redescubrirme. Mamé y Laura a la vuelta de la esquina en Potosí. Toda mi gente de España uno poco más allá, con unas ganas locas de llegar y abrazarlos a todos. Y Ara, compañera del camino, en el corazón, siempre junto a mí aunque esté ahora a miles de kilómetros de distancia.

miércoles, 13 de octubre de 2010

anchoas melilla


Hace unos meses, de compras por el Carrefour de Ushuaia, que hasta aquí llegan los tentáculos de la multinacional francesa, me encontré con las anchoas de la foto. Si hay algún alimento que no soporto al tacto, al olor y al sabor, son las anchoas. Evidentemente, al ver las anchoas Melilla, tuve que comprarlas (dice Ara que estaban ricas). Me prometí entonces que la foto ilustraría una entrada sobre las similitudes entre Ushuaia y Melilla, que son muchas, como saben mis amigxs de aquí que ya se ríen cuando digo 'igualito que en Melilla'... Ese texto llegará, que el viernes vuelo a Bolivia y las prisas ya no me dejan centrarme en escribir, pero la foto había que colgarla ahora que ya tengo a Melilla a un mes vista. No he investigado, pero no es difícil imaginar la historia de alguna familia melillense o ceutí que llegara en los años cuarenta y pusiera su pequeño negocio de conservas.

sábado, 9 de octubre de 2010

siguen el camino

Llegaron Mamé y Laura en un día soleado y pudimos pasear por Ushuaia mientras nos poníamos al día y comprobábamos una vez más lo elástico del tiempo, una dimensión que se hace añicos y convierte en una línea contigua los momentos que pasas con un amigo. Llegaron a la hora de comer así que empezamos en el sitio de los choripanes y luego paseamos por el puerto y por el río Pipo para acabar en el Ramos Generales tomando unos mates antes de irnos a casa a dar cuenta del jamoncito que habían traído acompañado de esos maravillosos vinos argentinos.

Mamé lleva ya tantos años a mi lado que forma parte de mi familia. Ha sido parte implicada y vector de transformación durante toda mi vida de adulto. Ha sido ejemplo, guía, compañero. Es divertido, inteligente, lúcido, independiente, ácrata, soñador... tiene muchas cualidades, pero por encima de todas las cosas, es bueno. Es una gran persona y es mi amigo. Y me ha encantado tenerlo de nuevo aquí, nos ha encantado recibirlo acompañado de Laura, su nueva compañera con la que ahora debe andar por algún lugar de la Patagonia.

Estuvieron aquí una semana y aprovechamos para conocer partes de la isla que aún no habíamos visitado Ara y yo. El segundo día estuvimos en el Parque Nacional de ruta estándar. El tiempo no acompañaba demasiado, pero la belleza del paraje nos animaba a caminar.

El tercer día alquilamos un coche y recorrimos una centena de kilómetros con la amiga Juli para llegar a la estancia Haberton, uno de los lugares míticos de Tierra del Fuego, el lugar al que se trasladó Thomas Bridge con su familia en 1886 tras renunciar a la misión anglicana por la que se convirtió en el primer poblador occidental de Ushuaia. Los Bridge intentaron proteger a los yámana, desde su perspectiva misionera, de la aniquilación imparable a la que les llevó la llegada del hombre blanco a estas tierras. Thomas Bridge escribió un diccionario Yámana.
Su hijo, Lucas Bridge, consiguió que se publicara y además publicó un libro que me han recomendado efusivamente y que todavía no he leído, El último confín de la tierra, en la que cuenta su infancia junto a los yámana. En el camino disfrutamos de unos hermosísimos paisajes y de los famosos árboles banderas que se modulan por acción del viento.

El cuarto día estuvimos haciendo esquí de fondo a pesar de que ya no quedaba mucha nieve y Laura pudo disfrutar de una pequeña nevada que todavía no había visto. Pero la primavera ya está instalada y llueve más que nieva. Después del esquí fuimos a visitar la laguna Escondida, cerca del lago Fagnano, un lago que ocupa gran parte de la isla. Un lugar ídilico si apretara algo más el solecito, con unas cabañas de madera y un bar al borde de la laguna que están cerrados por problemas administrativos. Una lástima porque un café resguardados del frío hubiera sido espectacular.

Llegó el lunes y Ara y yo volvimos a nuestros quehaceres laborales y la pareja de turistas siguió subiendo y bajando a la ciudad disfrutando de sus enormes vacaciones y pensando en la inmensidad patagónica. Pasaron un día por las escuelas de Ara y Laura estuvo enseñando a bailar flamenco a varios grupos de alumnos que lo pasaron bomba. Otro día visitamos una estupenda exposición de Mafalda. Mamé, como buen trabajador de vacaciones, inició un proceso febril y la feliz pareja se fue un miércoles de madrugada rumbo norte con un catarro importante. Laura y él andan ahora disfrutando del país mientras van remontando el continente hasta que lleguen a Potosí, donde los veré en un par de semanas. ¡Disfrutad del viaje!

martes, 5 de octubre de 2010

están


...llegará ese nuevo post pronto, por ahora he aquí la prueba de que Mamé anda por tierras fueguinas... oeeeeeee...