Desde que llegué a este país, una de las cosas que más me estremece es encontrarme en los periódicos pequeñas esquelas de gente que "murió" hace unos 30 años. Las publican familiares y amigos de ciudadanos asesinados a manos del Estado durante la última dictadura militar argentina, aquel terrible autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional que gobernara Argentina entre 1976 y 1983.
Son esquelas con fotos antiguas de gente joven que fueron secuestrados a manos y en nombre del Estado. Desaparecidos, torturados, asesinados, arrancados de la vida a la fuerza, sucumbidos bajo la furia de la extrema derecha.
La última dictadura argentina duró siete años y se estima que hubo entre diez mil y treinta mil desaparecidos. Todas esas vidas no volvieron, fueron sesgadas de cuajo. Además, miles y miles de ciudadanos secuestrados, torturados o forzados al exilio.
El ser humano, en su afán de poder, es capaz de las mayores atrocidades. La historia lo dice y, desgraciadamente, lo seguirá diciendo. Si resulta incomprensible que un ser humano violente a otro por motivos ideológicos, resulta aterrador que los sistemas organizados de gobierno de los hombres apliquen la tortura y el asesinato sistemático de sus pares.
Argentina vivó unos de esos periodos negros de la historia entre el 76 y el 83. Las madres de esos desaparecidos, las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, se erigieron con dignidad desde los primeros momentos de la dictadura para exigir la verdad sobre el destino de sus hijos y nietos desaparecidos. Hoy día siguen liderando a la sociedad argentina en la búsqueda de sus familiares robados, y en la promoción de los juicios a los culpables. Actualmente existen numerosos juicios abiertos a los máximos responsables políticos, que han perdido la inmunidad, así como a los numerosos represores, funcionarios anónimos que representan el lado más oscuro del ser humano, mano ejecutora que obedecía y hacía posible las órdenes asesinas del Estado.
Con el paso del tiempo, y con la ayuda de muchos luchadores por la libertad en todos los ámbitos sociales, este país está mirando su oscuro pasado de frente, no sin polémica, no sin dificultades, no sin dolor. Pero lo mira, lo discute, y por tanto avanza. Está en la radio, está en la prensa, está en la calle. Está por fin en los tribunales.
Al leer las esquelas a las que me refería al principio sorprende la alegría, la vitalidad y la poesía que emana de los textos que acompañan a las fotos y nombres de los desaparecidos. Familiares, compañeros y amigos que no olvidan ni dejan que se olviden sus seres queridos asesinados, que recuerdan la alegría con la que vivían, las ideas justas en las que creían, la memoria del compromiso de sus luchas. Una alegría compartida que atraviesa las generaciones y da fuerzas para seguir creyendo, ahora y siempre, en un mundo mejor.
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Se me ha hecho un nudo en la garganta al pensar que algún día podrías escribir el mismo texto hablando de España. Luego he abierto el periódico y el nudo ha bajado al estómago. Ahora vuelvo.
ResponderEliminarSergio, hoy precisamente hemos presentado un proyecto sobre recuperación de memoria histórica. Andaluces que se fueron exiliad@s a Argentina, implicad@s en la lucha por las libertades en su nuevo país, fueron desaparecid@s en la dictadura de videla. Se considera un proyecto de derechos humanos, me parece precioso. Aquí estamos muy lejos de destapar las tumbas, abrir las ventanas, reconocer culpables, abrazar a las víctimas.
ResponderEliminarMaría, quiero ser optimista y pensar que ese día no está tan lejos y que ese proyecto sea trasladado a nuestra dictadura....afortunadamente son algunas, no pocas, las víctimas que han podido ser abrazadas… Ojalá aquí ocurra lo mismo que nos cuenta Sergio.Me quedo con su última frase.
ResponderEliminarUn saludo
Qué vergüenza en España! Hoy Garzón es suspendido de empleo y sueldo por investigar los crímenes franquistas.Vaya democracia y justicia que tenemos!
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