jueves, 13 de mayo de 2010

hogar

El día 8 pasaron tres meses desde que salimos de Sevilla. El tiempo es una dimensión moldeable, a veces estos tres meses se sienten como una semana y otras como una eternidad. No pasaba tres meses seguidos en el extranjero desde hacía ocho años, todo un mundo, y sabía que lo necesitaba. Me parece imprescindible poder salir de tu lugar habitual y ver tu mundo con distancia. Me ayuda a analizarlo, a cuestionarlo, a ver qué hago porque me dejo llevar y qué hago porque lo elijo. Uno de los grandes factores que influyen en mi felicidad es saber que elijo, que hago las cosas porque quiero, no porque esté sobre una rueda que camina por mí. No importa dónde hayas nacido, qué trabajo estaba destinado para tí, qué papel ibas a representar. Importa estar en un sitio porque quieres. Ser porque eliges ser. La primera vez que pasé tres meses seguidos en el extranjero tenía 10 años. Desde entonces siempre he necesitado salir de tanto en cuanto para oxigenarme. La infancia deja posos: mis padres me dieron una infancia feliz y viajera, me he convertido en un adulto feliz y viajero.

Llevamos aquí tres meses y estaremos todavía algunos más. Nuestra cabaña de madera se ha convertido ya en un hogar, el otro día hacía la cuenta de las casas en las que he vivido más de seis meses, lugares que he hecho mios para después dejarlos: 18 casas, contando esta casa ushuaiense. La media de tiempo no es muy alta. En la que más tiempo he estado seguido -aparte de la casa de mis padres que dejé con 17 años- ha sido en la penúltima, dos años y pico con Jorge en Sevilla; cerca, casi dos años, está la casa de Lavapiés con Sara. Ahora, rodeado de naturaleza, sé que ya estoy preparado para vivir lejos de la ciudad cuando vuelva a casa... ¿a qué casa? Sin duda cerca de Sevilla. Me pregunto si el proyecto en la Sierra de Aracena saldrá y si será un lugar para poner el huevo o sólo otro paso más en la infinidad de hogares. Afortunadamente siempre está la casa de mi madre en el bloque de los maestros de Melilla, mi sempieterno hogar donde mi amada madre me recibe siempre con su sonrisa feliz, esa sonrisa que siempre llevo conmigo.

3 comentarios:

  1. Sólo puedo comentarte que...al leer lo que has escrito hoy me he puesto a llorar. Cuánto te quiero mi primito!Todo lo que dices o escribes me llega al corazón de una forma u otra.

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  2. Cuando te conocí, os conocí, nos unía el momento de cambio y ahora parece que el de reflexión...yo hace unos meses elegí cambiar mi vida, (algo que se venía fraguando en mi desde hacia tiempo). Mi felicidad tb se ha basado en hacer las cosas pq quiero, cuando no ha sido así no he sido feliz Cierto es, la infancia deja sus posos a mi me dejó la capacidad de amar, de disfrutar del solecito, de jugar, de reir …, la curiosidad, la seguridad de saber que luchar y soñar con lo que considero justo no es vano, de valor que tienen las personas, todas y cada una (esto es cosa de mis padres). Lo de viajar no es tanto cosa de mis padres, sino de la aventurera de mi abuela la una me dejo esto y la otra la serenidad. Si nada cambia, en julio me mudo a un piso del bloque de maestros, no de Melilla, sino de Puebla y de ahí no se a donde iré.

    Te deseo lo mejor, os deseo lo mejor

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  3. La casa de Lavapiés no sale de la familia desde que la pillaste tú. Ahora Carlos e Isabel le han cedido el turno a Antonio, que la he puesto muy chula.
    Ya queda menos para que Unaï la use como pisito de soltero.

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