No voy a hablar de cine porque no tengo ni puta idea de todo ese mundo al que llaman “el cine” y que me parece un sintagma tan siniestro como aquel de “los mercados”.
No voy a decir que no me gusta el cine, porque no sería cierto, pero sí puedo decir que me la pela el cine —y en general el 99% de lo audiovisual— y que no lo necesito para vivir, tal y como necesito la literatura y la música, artes sin las que el mundo carecería de sentido. No me puedo imaginar una vida, mi vida, sin algunos de mis libros y de mis discos favoritos, mientras que me la puedo imaginar perfectamente sin alguna de mis pelis favoritas.
No suelo ir al cine, cada año le quito más tiempo. Iré, de media, unas cinco veces al año, quizá algo más. Me lo suelo pasar bien. A veces muy bien. Pocas veces se me hace insufrible. Por supuesto, hablo de cine: pantalla grande, acústica más o menos conseguida, oscuridad, silencio ambiental. La pantalla pequeña, pasar dos horas seguidas ante un televisor en mi casa, me cuesta horrores si no está Messi en pantalla.
No me enorgullezco, bien al contrario. Me encantaría sentir el cine y poder decir cosas como "el plano", "la fotografía" o "el ritmo" junto a cualquier adjetivo de más de tres sílabas y mucha pasión; pero no me sale. Hace muchos años que si tengo que hablar de una peli solo digo: me gusta o no me gusta. Es todo lo que le pido a la película una vez pagado el pastizal que cuesta entrar en un cine: que me guste, que me lo pase bien, que me ayude a extraerme, a tener la cabeza durante dos horas en algo que no sea mi día a día.


Queda claro, pues, que mi opinión sobre Impávido es de todo menos objetiva. De hecho no tengo ninguna duda de que si no fuera su peli, la de Alfonso y Carlos, jamás hubiera ido a verla. Pero sin embargo he ido, dos veces: la primera me encantó, la segunda me cautivó. Me he reído mucho, muchísimo; me ha atrapado en la butaca, expectante; me he olvidado del mundo, ha sido un gran ejercicio zen. Claro que no he tenido la mente en blanco sino llena de tipos más o menos entrañables que viven en un mundo ficticio en el que las pistolas sirven para sacarte de problemas muy jodidos. Acción, risas, musicón y varias historias dentro de una más grande tremendamente bien contada.
Si quieres una peli sobre el estado del mundo o un profundo análisis sobre el ser humano, no pagues siete leris por Impávido. Pero si quieres pasártelo bien una horita y media, no lo dudes, es un peliculón.
Para acabar esta entrada voy a tirar de otro amigo del que también me siento orgullosísimo y al que voy a pedirle prestada la última frase del prólogo que redactó para la edición española del clásico del cómic belga Bruce J. Hawker que publicó la editorial Ponent Mon en volumen integral: “Si bien puede parecer a priori que esta obra hará solo las delicias de los amantes de este peculiar género que combina historia naval e intrigas [léase aquí acción y risas], lo cierto es que Bruce J. Hawker [Impávido] tiene a gala cumplir con uno de los principales objetivos de la bande dessinée [el cine] ejecutada con maestría: el entretenimiento”.
EYYY! yo reconozco a alguno de por ahí atrás!!! jajajaja No tiene años!!
ResponderEliminar