lunes, 21 de marzo de 2011

Tiendas de barrio - parte 1/2


El viernes cumplí 35 años y entré en un supermercado por primera vez en casi cinco meses. Se acababa así un proyecto que me propuse llevar a cabo durante todo el primer trimestre de 2011. Se trataba de modificar mis pautas de consumo de alimentos y de reducir al máximo los envases y las bolsas de plástico. Los motivos son muchos y no caben en una entrada de un blog, pero la decisión se precipita al llegar a España después de un año fuera y de ver instalado el discurso fatalista sobre la crisis y sus consecuencias.

Se acabó hace tiempo el echarle la culpa de todos los males del mundo al gobierno de turno o al sistema. El cambio nunca llegará de la queja ni de la teoría. El cambio llega caminando hacia un objetivo común, actuando. Cambiando mi propia realidad, actuando sobre ella, contribuiré al cambio.

Cinco millones de parados, mercancías que surcan miles de kilómetros en viajes rocambolescos hasta llegar a mi supermercado, una superficie más grande que Australia de basura flotando en mitad del pacífico (info), productos químicos de la agricultura intensiva que acaban en las aguas freáticas, animales sometidos en jaulas que no ven el sol en toda su vida, centrales nucleares para producir energía y que todo siga funcionando a todo trapo. Todo porque todos compramos sin pensar en eso. Porque yo compro.

¿Cómo parar todo eso? Imposible ¿Cómo ser parte de la solución y no del problema? Pisando el freno. Empezando por alguna parte y hacerlo ya. Pero no soy un mártir ni un amargado y si no soy feliz no puedo cambiar mi forma de vivir ni de consumir. Mi truco mental consiste pues en decirme que estoy haciendo un experimento, un trimestre de consumo diferente. Por muchos sacrificios que tenga que hacer, sé que son limitados y que cuando llegue abril tendré un Mercadona entero para mí.

Elijo el desarrollo local y el medio ambiente. No entrar en los supermercados. No usar bolsas de plástico nuevas. En la medida de lo posible consumir frutas y verduras ecológicas y comer huevos de gallinas felices.

Este es el plan. Lo de los supermercados había empezado antes porque noviembre lo pasé en Bolivia y allí no hay supermercados y porque diciembre lo pasé de prestado entre casa de mi madre y de mis amigos y no tuve que hacer compras. Cuando llegó Ara a finales de diciembre y nos instalamos de nuevo en nuestra casa, se lo propuse y se sumó al carro casi sin pensárselo. Si busco la definición de “compañera” en el diccionario, sale la foto de Ara. Decisión tomada. Los dos miramos el Mercadona del barrio que llevábamos un año sin pisar con verdadera pena. ¡Oh manjares exquisitos e infinitos, seguiréis siendo una entelequia!

PD: en otra entrada escribiré sobre lo que he sentido y aprendido en estos meses.
PD2: las fotos son de nuestro barrio de San Pablo, decorado por el proyecto Arte para Todos que nos encontramos al volver de Argentina.

1 comentario:

  1. gracias...eso es muy bonito...
    bueno, pero el experimento sigue...vamos a ir muy poquito al metadona, y seguimos comprando en el barrio...con lo divertido que es contarle lo de los huevos a las vecinas, decirle a los tenderos que no quieres bolsa, y que la de la semillería te asegure que te puede encargar una salsa de soja transgénica!

    ResponderEliminar